¿Podrías hacer una lista priorizando lo que realmente importa a la hora de educar?
¿Recursos?
¿Formación?
¿Amor?
¿Compromiso?
¿Capacidad?
Quizá el visionado de la película Yo soy Sam te haga relfexionar...
Una joven mujer abandona a su hija el mismo día en que nace
dejándola en manos de su padre, Sam Dawson (Sean Penn), que es deficiente
mental. Cuando Lucy cumple 7 años, su capacidad mental supera a la de su padre,
momento en el que el Estado se cuestiona su capacidad para educar y cuidar a la
pequeña, enfrentándose a un juicio en el que puede perder su custodia. De su
defensa se encargará una prestigiosa abogada, Rita Harrison (Michelle
Pfeiffer), cuyo desinterés y frialdad inicial cambiarán tras conocer a Sam,
descubrir el amor que siente por su hija y comprobar su determinación por
defender sus derechos como padre.
La pequeña Lucy es consciente de la situación, lo que la
llevará a escapar del entorno de familias de acogida buscando el cálido abrazo
de su padre, a fingir menor capacidad para no herir a su padre, dejando claro a
lo largo de toda la película su elección: permanecer junto al hombre que la ha
cuidado y entregado todo su amor.
En el film se recrea el funcionamiento del sistema, los
juicios y criterios de especialistas, los testimonios de los amigos de Sam
(todos deficientes mentales) reflejando una dura encrucijada en la que se
recrea la discapacidad mental y que lleva al espectador a un posicionamiento
imposible: la elección entre la capacidad o el amor a la hora de educar.
Con el fondo sonoro de varios temas de The Beatles el film
cala en el ánimo del espectador y nos adentra en los entresijos del apego y la
capacidad de educar, llevando al espectador a cuestionarse lo realmente
importante y necesario para que un niño crezca seguro y feliz.









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